Historia y Origen de la Huamantlada

La Huamantlada Huamantla, uno de los encierros taurinos más representativos de México, tiene sus raíces en el entusiasmo de Don Raúl González González, reconocido ganadero del hierro de Piedras Negras. En 1953, tras regresar de los tradicionales encierros de San Fermín en Pamplona, España, Don Raúl propuso replicar la experiencia en tierras huamantlecas, como parte de la Feria de Huamantla, en honor a la Virgen de la Caridad.

Convocó a un grupo de amigos y entusiastas locales, entre ellos Eduardo Bretón González, Miguel Corona Medina, Sabino Yano Sánchez, Manuel de Haro Caso, Gonzalo Macías Galaviz, Emilio Macías Sánchez, Jesús Villaseñor, Francisco Ramírez Lima y Enrique Cervantes Aragón, quienes no solo acogieron la idea, sino que gestionaron los permisos necesarios ante las autoridades municipales y estatales.
Fue así que, en 1954, dentro del programa oficial de la feria, se realizó el primer encierro de toros por las calles de Huamantla, anunciado como:
“Domingo 15 de agosto, a partir de las nueve horas, espectacular encierro de los seis finísimos toros de lidia de la Ganadería de Piedras Negras que componen la Gran Corrida de Feria de este día, que serán llevados como a campo traviesa por las calles de la Ciudad al estilo Pamplona, España; por un grupo de diestros caporales y guiados por los amaestrados cabestros del cortijo, siendo el recorrido a su entrada, por todas las calles de Zaragoza siguiendo por las de Bravo hasta los corrales de La Taurina”.
En un principio, los toros usados en el encierro eran los mismos que serían lidiados esa tarde en La Taurina. Sin embargo, al ganar popularidad, y ante la preocupación de toreros y empresarios por el desgaste de los toros antes de la corrida, hacia la década de 1970, se optó por adquirir toros exclusivamente para el encierro.
Con el tiempo, la Huamantlada adoptó características propias: se estableció un circuito fijo de 16 calles, se cerraron bocacalles, y se definió una logística única para un evento masivo que ha llegado a soltar hasta 22 astados de 350 a 550 kilogramos, uno por cada tramo del recorrido.

El encierro se convirtió en un espectáculo de valentía popular. Mientras los toros recorren libremente las calles del centro histórico, corredores improvisados intentan ejecutar suertes taurinas con capotes y muletas, mientras miles de espectadores observan desde burladeros, gradas, azoteas o balcones.
Los vecinos del circuito, como parte de la tradición, comienzan días antes a construir burladeros, colocar gradas y preparar el ambiente festivo con música, comida y el tradicional Desfile de Burladeros, una verbena popular con tintes taurinos y folclóricos que enmarca la antesala de la Huamantlada Huamantla.

Todo culmina el día del evento, cuando el tercer cohetón, puntualmente a las 10:00 a.m., anuncia la suelta de los toros y la adrenalina invade las calles. Este cohetón de salida es conocido desde 2014 como el “Martinazo”, nombre otorgado por Felipe Palacios, Joel Bonilla Fierro, Teodoro Bonilla, Alejandro Tamayo, Alfonso Corona y los integrantes activos de la Peña Taurina A.C., como homenaje póstumo a Martín Salinas Hernández, cuetero oficial de la Huamantlada durante muchos años.
El Martinazo, más que una señal sonora, se ha convertido en un símbolo de identidad y legado, honrando a quien con precisión y compromiso marcó durante décadas el inicio de esta celebración única en México.
Desde entonces, la Huamantlada no solo se ha consolidado como uno de los eventos centrales de la Feria de Huamantla, sino como una expresión viva de identidad, valor y fiesta popular, única en México y heredera de una tradición española reinterpretada con carácter tlaxcalteca.